¿Hay mayor lujo que estar en una hermosa isla mediterránea y tener la oportunidad de visitar otra? Ése es sin duda el caso de Mallorca, la más grande del archipiélago balear, vecina de Ibiza y Formentera al suroeste y de Menorca al noreste. Cabrera es un parque nacional menos conocido formado por 19 islas e islotes, a sólo diez kilómetros al sur del Cap de Ses Salines de Mallorca. Parece estar lejos de cualquier sitio, pero el viaje en barco sólo dura una hora, así que puedes ir y volver en un día.
Cómo llegar y qué disfrutar
Si no tienes embarcación propia ni permiso de las autoridades locales, dirígete a la Colònia de Sant Jordi, desde donde salen a diario embarcaciones de Mar Cabrera en diversas excursiones, incluida la ‘Cabrera 360º’: una vuelta completa. Navega alrededor de las islas antes de un desembarco de 3 horas, en el que podrás elegir entre ocho rutas autoguiadas.
Hay mucho que ver y hacer: sube al «Castell de Cabrera» para admirar la vista de la bahía y enriquecer tus conocimientos históricos. Construido en 1400, el Castillo de Cabrera era originalmente una torre de vigilancia para proteger la isla de los piratas. También hay un museo y el faro de Ensiola, pero la mayoría de la gente se siente atraída por «Sa Cova Blava», o la cueva azul, llamada así por el color brillante del agua. No olvides tus gafas y tubo de snórkel para explorar el fondo marino del parque y la fauna submarina.
La historia de la isla
Cabrera tiene un largo pasado lleno de historias. Este pequeño archipiélago rocoso abandonado en el Mediterráneo estuvo deshabitado durante siglos. Su nombre, que significa «lugar de las cabras», indica que durante muchos años los únicos residentes fueron estos animales, liberados por los romanos para que les proporcionaran alimento en tiempos difíciles.
Los fenicios, cartagineses y bizantinos también pasaron por allí y, según la leyenda, los piratas enterraron allí un tesoro. A principios del siglo XIX, Cabrera fue un campo de prisioneros de guerra para unos 9.000 soldados franceses, polacos, suizos e italianos derrotados durante las guerras napoleónicas, que no tenían más comida que las cabras.
Cabrera – una belleza natural
El Parque Nacional Marítimo Terrestre es un escaparate de naturaleza virgen, desde más de cuatrocientas especies botánicas y doscientos tipos de peces hasta reptiles, aves marinas y rapaces (algunas en peligro de extinción).
Naturalmente, hay playas vírgenes con aguas cristalinas, como Sa Platgeta, a la que se puede llegar a pie desde el puerto o, más lejos, la playa más salvaje de S’Espalmador. Como las islas están protegidas, no hay hoteles, sólo un refugio o albergue que hay que reservar con mucha antelación. Esta falta de turismo no hace sino aumentar su tranquilidad y su carácter virgen.
La Colonia de Sant Jordi está a menos de 10 minutos en coche de Hotel Ca’n Bonico. Así que conocer este archipiélago de increíble belleza, junto con su naturaleza, sus calas y su historia, está al alcance de tu mando durante tu estancia.